viernes, 3 de julio de 2009

La realidad de un mito

Uno de los atractivos que me resulta más exótico de la Polinesia, por desconocimiento del mismo, es el relativo a la producción perlífera. La perla se cultiva en muchos de los archipiélagos que forman las islas del pacífico, incluidas Micronesia y Melanesia, pero son las perlas del archipiélago de las Touamutu, en la Polinesia francesa las que gozan de mayor reputación dada la calidad de sus aguas para el desarrollo de la perla.
Siendo Papeete la capital de esta colonia francesa de ultramar, se ha desarrollado una industria paralela al desarrollo turístico en Tahiti que hace de esta isla una referencia en cuanto al negocio de la perla. No obstante, en numerosas islas podemos encontrar granjas dedicadas al cultivo de la perla, aunque gran parte de su producción va a parar a joyeros de la capital, más cercanos al turista y a exportadores que darán a conocer la gran calidad de sus productos.

Aquí vemos el exterior de una granja perlífera en Tahaa, islas de sotavento del archipiélago de las islas de la Sociedad

La perla proviene del trabajo que la naturaleza desarrolla en el interior de las ostras Pinctada Margaritifera, pero con una sorprendente intervención de la mano humana.
La idea que tenía acerca de las perlas era, imagino, como la de todo cateto como yo: vaga y confusa. La ostra cubre de nácar un pequeño obstáculo que se introduce en su interior llegando a dar una bola de diferente color y tamaño. Pues bien, es más o menos así, a pesar de que la realidad resta protagonismo a la fantasía de su exotismo.

Bajo la tensión de esas cuerdas penden futuros tesoros de nácar. Mientras tanto no son más que ostras en producción sometidas a todos los riesgos de la vida en el mar: contaminación temporales, enfermedades, salarios de empleados y mucho trabajo. Amén de las extraordinarias tasas con las que el gobierno grava la explotación del espejo de agua ocupado

Cada tres meses se sacan del agua el tiempo necesario para ser limpiadas de parásitos y asegurar que el proceso no conlleve riesgos añadidos

Las ostras se encuentran en unas bateas tales como las de los mejillones, colgando de cuerdas normalmente por decenas y protegidas por redes que las salvan de los depredadores no humanos (que también los hay). Cuando se recolecta una perla adulta lista para ser “inseminada” se extrae del agua para introducir en su interior lo que será la base sobre la que cubrirá el animal de nácar. Esta base se introduce junto a un trozo de carne que no es si no un trocito del manto de otra ostra, y se deposita en la gónada. Esta operación, que se llama injerto, es muy delicada, y es la que determinará el crecimiento de una capa de nácar en el cuerpo intruso. La ostra puede rechazar al intruso y no formar perla, pero esto no se sabrá hasta su última recolección.

Una pequeña cuña ayuda a la apertura de la ostra para realizar el injerto

Una instantánea durante la operación de injerto. Esas bolitas amarillas que se ven en la cajita será el núcleo de la perla, algo así como el regalo del kinder sorpresa...

La introducción del núcleo y el cuerpo intruso en la gónada de la ostra es sumamente delicado. Dependiendo de cómo se sitúe en su interior, la rechazará o la cubrirá de nácar

Una vez la perla injertada, vuelve al agua a una profundidad de cuatro-cinco metros y de donde será retirada cada tres meses para ser limpiada de parásitos que dañarían la calidad de la perla. Esta operación se repite hasta transcurridos dieciocho meses, momento en el que se recoge la perla, si la ostra la ha formado, cuando la capa de nácar alcanza un tamaño de 0’8 milímetros. Este proceso lo puede repetir una ostra hasta cuatro veces en su vida. Nos indicaron en la granja que pueden tener hasta diez mil perlas en proceso de crecimiento y que tan sólo cuatrocientas pueden ser comerciales, de ahí el desorbitado precio. Por que de eso no he hablado. A pesar de que el cultivo de ostras parece deporte nacional, de las múltiples joyerías que inundan las calles de Papeete, de la cantidad de granjas que trabajan, de que hasta en los estancos vendan recuerdos con perlas, de que todo dios lleve perlas como adornos, son caríiiiiisimas. Una sola perla sin montura de dieciocho milímetros la vi en una granja a más de tres mil euros, un collar con cuarenta y cinco perlas de 9 milímetros, cuatro mil dólares!! Está claro que se trata de excelente calidad, pero aún así…
La calidad de las perlas se clasifica según su tamaño, forma, brillo, lustre y color, y varios organismos oficiales protegen su denominación de origen, desde un ministerio de perlicultura (direction@perli.gov.pf) hasta una oficina de expertos en la comercialización de la perla, donde se realizan radiografías a las perlas para comprobar el espesor de nácar. Toda perla de calidad va acompañada de un certificado que garantiza su origen y calidad, aunque obstante, perlas las hay a un euro en el mercado de abastos. Eso sí, parecen de los chinos, y de certificado nada.
Con tanta parafernalia detrás del cultivo de las ostras, un precio tan elevado y un interés de consumo tan extendido, se me plantean varias cuestiones. ¿Las perlas que los piratas llevan en los saquitos de cuero en las novelas es fantasía? ¿Será cierto que la capa de la perla es de casi un milímetro? ¿serán tan cutres de meterle a la ostra en su interior una cuenta de plástico para ser recubierta? ¿será cierta la dureza de la perla? ¿y sus propiedades afrodisíacas?
Todas estas cuestiones intenté respondérmelas al estilo Pitagorín.

Mi secuaz Cristóbal preparado para una seria prueba de obvio interés pseudocientífico

Para empezar la ostra de la que extraen su manto para trocearlo y que emplean de intruso junto con el plástico, se puede comer siendo una delicia gastronónica. Preparada con limón, tomate, aceite de oliva y pepino, es un manjar. A mi pregunta de si es cierta su capacidad afrodisíaca, la dueña de la granja, entre risas, me indicó que a ella no le hace falta (otra leyenda derrumbada, aunque aún se mantiene en pie la de las dotes amatorias polinesias, más interesante claro; pero de eso no trata el post).

Las herramientas de precisión son absolutamente necesarias para las pruebas

Llega el gran momento de tumbar los mitos. Siempre con la seriedad del método científico

Respecto a las perlas de los piratas, la respuesta es que es fantasía a medias. Es extremadamente difícil que una ostra dé una perla apreciable sin la intervención humana. Las perlas que no tienen núcleo las llaman kerchie, y a pesar de que son de gran belleza, no tienen forma y son de un tamaño muy pequeño, hasta cinco milímetros.
Respecto al grosor de la capa de nácar, las cuentas de plástico y su resistencia fue necesario llevar a cabo un pequeño experimento de laboratorio que detallan las fotografías.

Un tajo perfecto nos demuestra la verdad sobre la que vienes instruyéndote, amigo lector; Una cuenta de plástico en su interior y una capa de nácar de la medida que rezan los cánones
Una segunda prueba resulta necesaria para continuar con el rigor del método científico. Aunque esta vez analizamos la resistencia a la compresión al tiempo que la comprobación de su composición interior .

El resultado nos confirma lo que a estas alturas nos imaginábamos: que todas las perlas son iguales en su interior, contienen regalo. Aunque quedaron más pruebas pendientes en el tintero para contrastar la información obtenida, puse el freno, ya que tamaño dispendio no haría más que seguir confirmando lo mismo.

Pero a pesar de que me ha representado casi un chasco tanta mano humana tras esta industria, es imposible sustraerse a la increíble belleza de la perla. Tanto que la obviedad me obliga a gastarme mis pingües ahorros y regalar a mamá un recuerdo memorable de mi paso por estas aguas.

2 comentarios:

  1. Espero que la perla del experimento no fuera parte de lo que habías comprado para tu madre...o de otro modo estará muy contenta que te quedes por los mares del sur y no vuelvas por Sa Roqueta.
    Muy instructivo y un buen indicador de lo mal considerada que está la investigación en España: seguro que no has tenido ninguna subvención en tu proyecto.

    Abrazo, Profesor Bacterio

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  2. Eso, a Mamá vas a ir que le rompes el (futuro) collar

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