viernes, 17 de julio de 2009

Moorea Rays


Ha sido la experiencia más bella desde que metí la cabeza debajo del agua en mis mocedades.
Interrelacionarse con seres vivos acuáticos es conocido, pues delfines, focas y hasta orcas sirven de atracción turística en numerosos acuarios. Pero en plena naturaleza, donde es el animal quien elije acudir, donde duerme en su casa, no hay horarios de pase y no dependen para nada del hombre, resulta más sorprendente.
Moorea es una isla muy turística (gracias a Dios no llega a lo que conocemos sobradamente por turismo masivo) a tan sólo una seis millas de Tahití, y es allí, en un arenal cercano al arrecife de la costa de poniente, donde los turistas se zambullen
en sus aguas a un metro de profundidad, en un lugar frecuentado por las rayas grises (Pastinacas sephen) para vivir la experiencia. Son animales tremendamente pacíficos, que pueden llegar a pesar hasta cien kilos y tener una envergadura de más de metro y medio, y que ante la presencia de humanos se dejan ver y tocar, especialmente si éstos acuden al lugar con pescado para alimentarlas.




Lo cierto es que al principio da un poco de reparo. Lo grandes que son y lo extraño de la situación no te da una visión muy clara del protocolo


Ver su danza bajo el agua es una sensación plena, pero cuando se acercan buscando un contacto humano, y como perrillos se encaraman en nuestros cuerpos, buscando, eso sí, recompensa, en para no creérselo. De tacto suave como una piel recién afeitada y de movimientos dulces y delicados, las rayas juegan y repiten sus juegos en un cortejo de proporciones ajenas. Te miran con unos ojillos tiernos que dan toda la impresión de que tras ellos hay alguien escondido en un disfraz divino. El pequeño inconveniente (y todo lo tiene) es que acostumbran a venir acompañadas de tiburones, generalmente el tiburón de puntas negras (Carcharhinus melanopterus) que aunque de comportamiento impredecible, es de reputación poco agresiva ( a todos nos gusta que nos sirvan la comida en la mesa, claro)

En ocasiones te puedes ver rodeado por cinco, seis, siete rayas que frotan sus alas contra ti reclamando tu atención. Es una sensación dificil de describir

Este comportamiento deliberadamente inocente ante el ser humano se corrobora cuando leo que poseen en su cola una serie de aguijones escamoteados, de naturaleza cartilaginosa, aserrados, de hasta cuarenta centímetros, conectados a dos glándulas venenosas y que una vez penetrado el dardo en la víctima inocula el veneno pudiendo desarrollar un cuadro de toxicidad cardiovascular, respiratoria y neurológica de proporciones relativas al tamaño del animal, la profundidad de la penetración, edad de la víctima, o reacciones asociadas. O sea casi ná.
Y yo que aún no lo había leído cuando vi al maquinista de barco dejándose arrastrar por la cola de una de ellas!!

Una injustificable instantánea del maquinista, quien debe haber sido de cabroncete de niño... !

Al volver hacia el barco a todos se nos dibujaba en nuestro rostro una apacible sonrisa de satisfacción, calma en el espíritu y la duda de si lo recién vivido era del todo ciertro.

El vídeo es lo suficientemente explícito como para desear algún día repetir la experiencia. Y cuidado porque engancha.


( Lamentablemente, y después de muchos intentos, aún no he podido colgar el video de este post. La conexión es extraordinariamente lenta y acaba por desconectarse antes de finalizar la operación. Al menos hay alguna foto que lo suplirá mientras no cambiemos de servidor. Queda pendiente. )



3 comentarios:

  1. me encanta tu trabajo :)
    jejeje las fotos son impresionantes
    te mandaré un mail
    un beso enorme (L)

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  2. Gracias Checho. Veo que cumples, otro beso

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