El avistamiento de ballenas en el reino de Tonga es una vuelta de tuerca más a lo que estamos acostumbrados a ver por otras latitudes. Si bien todas las organizaciones mundiales de protección de las ballenas desaconsejan la proximidad a los cetáceos para proteger su intimidad y evitar asi que éstos entren el conflicto con los humanos, en Tonga, no sólo la ley permite a los operadores autorizados acercarse más, si no que lo que venden es el nadar con los mismos y estos acompañan en el agua hasta las mismas barbas de las ballenas. Ahora bien, al menos nadar con ellas sin hacerlo con un centro autorizado es ilegal. Una buena parte de su escaso turismo llega al archipiélago atraído por las visitas anuales de las yubartas a sus aguas cálidas para dar al luz a sus crías, y en donde permanecerán hasta su vuelta a latitudes más frías. A pesar de que realmente se esfuerzan en crear un clima de avistamiento que no las estrese, el objetivo final es que cuanto más cerca se bañe el cliente con ellas, más satisfecho se va, y en ocasiones se las persigue realmente con alevosía con tal de lograr un contacto cercano.
Queda saber cuánto tiempo podremos seguir manteniendo como raza este contacto sin que perjudiquemos su bienestar.
Vosotros, ¿qué haríais?
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