
El archipiélago es un inmenso espacio marítimo-terrestre declarado parque natural por el gobierno de Ecuador que con considerables esfuerzos intenta mantener intactos sus valores salvajes. Las restricciones son enormes y muy estrictas, el turismo, al que ya de por sí, su lejanía le supone un interés específico (es decir, fuera del interés naturalista no hay espacio para nada) se ve condicionado a tener que ir acompañado en todo momento con un guía en casi toda actividad que se le presente.

El barco pagó por el permiso de navegación y estancia las tres semanas que estuvo, cuarenta y siete mil dólares. Una guía hubo de embarcarse todo el tiempo que duró la estancia del barco en las islas y en ningún caso se podía alterar el programa de navegación entre las islas, ya que haciéndolo condicionaba a su vez al resto de barcos (pocos y de contratación turística por plaza) que habían de modificar su programa si así sucedía, ya que en los fondeos se estimaba un número máximo de plazas para no alterar el ecosistema natural.
Las fotos que acompañan este post son de Ivonne, la guía que les acompañó durante su estancia y reflejan unos pocos de los enormes valores naturales que esperan al quien lo visite.
La presencia humana data de los tiempos de su descubrimiento, pero ha sido el último decenio cuando se ha incrementado la población para abastecer los servicios turísticos que demandamos los visitantes.
Yo llegué a la isla de Santa Cruz desde Guayaquil; recibe cuatro vuelos diarios y se encuentra perfectamente comunicada por tanto por aire reflejando la cantidad de turismo al que le interesan los bichos. Eso está muy bien.

En la isla hay alrededor de seis mil habitantes, en Puerto Ayora, la capital de la isla, unos mil cuatrocientos y tres putiferios: El Platanal, el Templo y otro de nombre similar, y cuyas señoritas son renovadas cada mes. Lo que son las cosas.
A mí me dió tiempo los dos días que estuve de dar un ligero paseo por los alrededores del Puerto y de hacer una inmersión con un centro de buceo. Aseguraban el avistamiento de tiburones martillo como aparición estelar, quizás con suerte tiburón ballena y mucha otra fauna “sin mayor interés”. El buceo nos brindó unos leones marinos, tortugas, mantas raya, tiburones white spotted y miles de diferentes de peces de colores a los que a pesar de su tamaño, no les prestábamos apenas interés. Una delicia. Y por otro lado agradecí que no viéramos las nubes de martillo que a veces se avistan que llegan a impedir el paso. No sé, una especie de instinto de supervivencia, glups.

Y con mucha pena dejamos la isla rumbo a Marquesas. A pesar de que no disfruté de lo que ofrecen estas islas por encontrarme de vacaciones, me han dejado el suficiente interés como para volver de nuevo, eso sí, sin jefe ni prisas.

Recordaremos que en la isla Fernandina se produjo una erupción del volcán en el mes de febrero. Duró hasta principios de mayo siendo otra atracción de este curioso parque temático

Mantas por doquier. También tuvimos la oportunidad de avistar varias el día del buceo

Este ave costera es llamada Oystercatcher por su habilidad en deglutir delicatessen. Se le escucha antes de verla normalmente. Se alimentan de crustáceos y moluscos
La verdad es que quien quiera que me lea y se le despierten ansias de naturalista encontrará mil excusas para visitar este lugar del planeta que ofrece miles de ángulos para observar la vida en la tierra y reflexionar acerca de lo que somos. El acceso es fácil, los precios son asequibles, la gente amable. Yo quisiera ver de cerca algún día lo que aquí veo en imágenes, ya que mi experiencia en el lugar se me ha quedado muy muy corta.
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