
… (specially for you., Nacho) Tres mil cien millas en línea recta. Un way point en la isla de Nuku Hiva. Y los partes y pilot charts que se cumplen con precisa armonía. Sol radiante, corriente de entre uno y dos nudos a favor, viento por la aleta, ni un solo chubasco con viento. Nada de tráfico. Y aparejadas en la mayor el caterpillar 410 hp de estribor, en la mesana el caterpillar 410 hp de port y de velas de proa veinticinco mil litros de gasoil que harán de esta travesía un inolvidable recuerdo de dónde estoy metido.
De todas las millas que he recorrido navegando (que no son demasiadas, pero ya suman muchas decenas de miles) nunca había tenida la sensación de tanta lejanía del mar como hasta ahora. El rumbo se trazó con un way point y el piloto y gps cumplieron perfectamente con su función de “go to” sin salirse más de 0’20 millas de su XTE, a pesar de los bamboleos de la ola de popa, que a medida que nos acercábamos a destino, se volvían más acusados al tener el viento más de levante y la ola más a popa. Y todo esto mientras me reconcome la sensación de impotencia al proponer trapo y evadirme respuesta. Dios, será verdad eso de que el pan es para los que no tienen dientes?
Pero el mar es el mar. Las noches se cubren de estrellas. Centauro se acomoda junto a la Cruz del sur y la Polar ya no se ve. Una miríada de salpicones de luz inunda el manto celeste. La luna es nueva y la vía láctea se ve cual pincelada que separa dos hemisferios allá arriba. Durante el día se suceden acontecimientos.
Si uno mira el mar, ve vida en esa masa de agua a pesar de su monotonía. Por miles son los peces voladores que evitan nuestra proa cada día , de vez en cuando se ve algún mamífero grande, enorme, que impulsa su exalante chorro de agua hacia arriba denotando su presencia. Unos calderones juegan con las olas que nos adelantan. Delfines que alegran la vista. Algún tiburón nos recuerda que este no es nuestro medio.
Y las aves. Siempre sorprende verlas a miles de millas de tierra, siguiendo a veces la estela del barco, otras remontar las crestas de las olas y divertirse con el juego.
Paíños, petreles, pardelas, rabijuncos… todos con su especial danza motivan su contemplación. Por dos noches se estrellaron contra la jarcia sendos rabijuncos que siguiendo la estela del barco, pescan calamares que ven gracias a que su bioluminiscencia denota su presencia. Uno tuvimos que sacrificarlo de lo fuerte que fue la colisión y el daño. El otro se recuperó y retomó el vuelo.
Y la vida humana a bordo no es menos interesante, por lo bizarra, claro.
Al menos a la mitad de la tripulación le daría igual estar en un tren, en un avión o en un trasatlántico o trabajar e un restaurante. Su relación con el medio es casual y se limita a pasar el tedio que representan días de mar de la manera más ociosa posible. Organizan horas de pilates cuando su mareo se lo permite; leer, se lee muy poco, pero lo que es ver pelis, muchas, funcionan para matar el aburrimiento.
Y otra de las actividades que ilustran los días es la pesca. Dos curris en la popa surten de pescado fresco la nevera. El especialista prepara mojamas que deglutimos con verdadero placer. La de atún parece jamón serrano, mientras que la de marlin sabe más a mar y la de los peces voladores que se estrellan en cubierta aunque discreta, es sabrosa. Hasta de calamar se ha hecho mojama (inengullible, claro)
En fin. Me he dado perfecta cuenta que para navegar lo he de hacer con mis amigos y que aquí sólo me gano la vida, hago un trabajo bien remunerado y agradezco el lugar profesional en el que me encuentro. Conozco lugares que de otro modo me supondría salvar diferentes dificultades, echo de menos lo que luego retomaré con renovado placer y se me despiertan ansias y objetivos nuevos.
Qué más puedo pedir?
Hola Edu,que alegría saber de ti.
ResponderEliminarMe alegro de que tu sí sepas apreciaqr lo que ves y nos lo cuantes, un abrzo