domingo, 7 de junio de 2009

Nuku Hiva

Tras los catorce días de navegación que nos separaban de Nuku Hiva en las islas Marquesas, Polinesia francesa, nuestro destino, llegamos por la mañana a la bonita bahía de Taiohae, cerrada a todos los vientos menos al infrecuente sur, pero que sin embargo permite que la ola del alisio se cuele dentro y en ocasiones convierta este fondeadero en un sonajero imaginario de luces de fondeo. Solucionamos el balanceo con un ancla a popa, y a pesar del viento catabático que desciende por las noches de las montañas y se enfrenta a la ola, el Nirvana se mece con poca molestia.

La bahía de Tahiaoe vista desde las montañas que la protegen. El fin de semana aproveché para ir a trotar por los altos. Si es que la cabre tira al monte

Mi alegría se convierte en júbilo al tiempo que las caras de otros tripulantes mudan el semblante por otro mohíno y sombrío ante lo que ven cuando nos acercamos más a costa; pocas edificaciones, unas grandes montañas que cierran totalmente la bahía como si de un gran anfiteatro se tratara, frondosidad exuberante, ni un ruido, vestigios de civilización más que un asentamiento humano. Los había que imaginaban que siendo una isla francesa tendrían acceso al Carrefour y podría además hacer dispendios extras de su economía en diferentes dutty free shops. Además, por si no fuera poco, padecer la horrorosa sensación de estar fondeados y lejos de todo (bueno, en este caso nada, pero da igual) y encima tener que depender de los demás para salir del barco (porque dicho sea todo, ni interés ni habilidad para conducir un dinghy desde el barco a tierra)

En tierra, omnipresentes moais esculpidos en roca volcánica adornan los paseos recordando que esta es una anciana cultura

Bueno, siendo sinceros, diré que estos tripulantes son sólo los de interior, esos que se aburrían en la travesía y a los que les hubiera dado igual trabajar en cualquier otro tipo de medio, salvo para decir después eso que queda tan bien de…” yo he dado la vuelta al mundo en un velero….” Puajjj , qué gente!!
Bueno, como podéis ver, la pequeña sociedad que conformamos toda la tripulación se ve sometida a sus diferencias, que en momentos de desaire, se vuelve muy incómoda. Pero que tire la primera piedra aquel que ni en su propia familia incluso haya tenido sus y más y sus menos… Lo que pasa es que en este caso yo lo veo tan obvio que es para reirse por no llorar.
En la gendarmería hicimos la entrada al país y demás papeleo para luego dar un garbeo por este recoleto lugar de ensueño (para el que le guste el rollo este, claro)

Aunque la playa sea de arena oscura, no imagino mejor lugar para tumbarse y darse un baño

Por lo que he visto estos días que he paseado por el lugar, está agraciado por la mano del dios al que rece cada uno en muchas manifestaciones. No hay barreras y la ordenada vegetación sale al encuentro del paseante; los mangos doblan sus ramas por el peso de sus frutos, los cocos a rebosar en las copas de sus palmeras ni se recogen, las limas caen al suelo cubriendo éste de canicas verdes, los pomelos son tan grandes que parecen cocos, los flamboyanos cuelgan de sus ramas sus secos frutos, los hybiscus colorean los senderos, las buganvillas recrean los rincones sombríos, y árboles que ni siquiera he visto antes tapizan el suelo de grandes flores de diferentes colores creando una amalgama de tonalidades pacíficas que entonan en espíritu. Y eso por no hablar de las plantas que se enredan por sus troncos o que brotan efervescentes en los lindes de cualquier sitio, que me suenan de haberlas visto en invernaderos para la jardinería domestica que conocemos, pero que los haría palidecer de vergüenza dado el tamaño de sus hojas y fortaleza de sus brotes.

Otra cosa que me llamó la atención es el precioso diseño de sus billetes. Parecen pequeños murales llenos de colorido. El franco de polinesia tiene una paridad de 123 para un euro

Si miramos hacia arriba, a la montaña, se puede ver una débil cascada, que a tenor de la erosión de su ubicación, se imagina uno como una preciosa cola de caballo enb época de lluvias. Y no exagero. Esto es así, no estoy cautivado por el impacto del entorno. El clima es una bendición, hay brisa y nubes que alivian la sensación de calor, las noches en cubierta son un regalo para la piel y sentidos.. y todavía los hay que buscan un Carrefour!!

No exagero lo más mínimo al afirmar que los pomelos son del tamaño de los cocos. Basta con medio para prepararte un gran zumo de desayuno. Este pesaba un kilo cuatrocientos ochenta gramos!!

En las aguas de la bahía hemos visto saltar atunes; pescamos pargos que nos comemos con deleite, hemos visto tortugas cerca del barco, y el otro día al ir a recoger una defensa que se había caído del barco, al acercarnos con el dinghy, vimos que una manta tan grande como el mismo bote estaba arrastrándola. Y los locales nos han dicho que podemos nadar sin miedo, que no pasa nada, que nunca ha pasado nada, pero que hay tiburones de tres y cuatro metros. Lo que faltaba!! Además de no haber Carrefour, encima ni se van a poder bañar! Pero… qué es esto, a qué sitio nos han traído?
Cinco personas de la tripulación han visitado el estudio del artista local para tatuarse algo en sus pieles, ya que el tatuaje es inherente a la cultura polinésica y dónde si no aquí sería un buen lugar para hacerse un grafitti de esos. Hombres y mujeres de todo tipo portan enormes dibujos que les cubren casi todo el cuerpo y lucen con normalidad sus diseños que no desentonan en ningún lugar como en ocasiones sucede en casa.

Por otro lado, el capitán, que conoce bien los gustos y apetencias del jefe, y que como tal debe velar por sus intereses y por los de nadie más, ha decidido con muy buen criterio que como el agua es turbia y no se ve el fondo, las playas no son de arena blanca, y hay que navegar mucho para ir de un fondeadero a otro, nos vamos en dos días a Tahití, ochocientas millas más al suroeste, para acomodar el barco y su entorno a su exclusiva comodidad.

El parte que nos espera para esta pequeña travesía de ochocientas millas es como para relajarse

Los hay a bordo que están contentos; allí, creen, podrá por fin haber centros comerciales
Lo que son las cosas. Yo me quedaría aquí fondeado una eternidad.

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