lunes, 17 de mayo de 2010

Fidji islands

Un basto archipiélago como para dedicarle algunos años de vida

Bula.
Así decimos hola en fidjiano, un hola local común a los dialectos nativos, aunque el inglés es lengua oficial e hindustaní y urdu las más extendidos.
Fidji es un gran archipiélago que dista mil doscientas millas rumbo norte de Nueva Zelanda, situado entre los paralelos 20 º y 16 º sur, aguas pues tropicales, cuya temperatura es hoy de 29 grados. Es el extremo sur de la zona geográfica denominada Melanesia Lo forman alrededor de trescientas treinta islas de las que sólo un tercio están habitadas, y dos de ellas son verdaderamente grandes, Viti-Levu y Vanua –Levu, de unos ciento cincuenta kilómetros de largo por otros tantos de ancho, rodeadas de un verdadero laberinto coralino y miríadas de islotes, atolones e islas menores que hacen de la navegación trabajo de continua atención.
Bellos arrecifes ofrecen buceos espectaculares rodeado de la siempre sorprendente fauna que los habita

Es un destino turístico de primer orden, y junto a la industria azucarera suponen los mayores ingresos. Independiente desde 1970 como colonia inglesa, es relativamente grande en superficie y sorprende la enorme población que tiene; en el año 2004 un censo fiable de habitantes hablaba de 840 mil habitantes. A pesar de que actualmente el régimen político es una dictadura militar desde el golpe de estado de 2006, ya han sido varios los residentes occidentales con quien nos hemos encontrado en el país seducidos por la tranquilidad de sus vidas aquí y la facilidad de relación y permanencia que les ofrece, con lo que viviendo a un ritmo interior ralentizado, han afincado su existencia en este rincón del planeta.
Si es que parece que se descojona de quienes fueron sus súbditos!
Hay una gran mayoría étnica hindú mezclada con poder blanco y nativos considerados entre la gente más amable de este planeta, a pesar de que el canibalismo fue una práctica extendida en su cultura y de la que afortunadamente no queda más que su historia. De hecho, sus sonrisas son amplias y limpias, y aunque no carentes de interés, sinceras, y eso teniendo en cuenta que es considerado un país del tercer en muchos aspectos por una amplia economía de subsistencia que contrasta con el hecho de ser el país más desarrollado del Pacífico.
Las entradas a las islas o a sus fondeos no están exentas de riesgos. Arrecifes por doquier dominan la navegaciónde sus aguas
... dejando siempre algún lugar practicable

Pero a pesar de que la navegación en sus aguas es tranquila e interesante, el hecho de moverse con un barco de estas características hace que esta experiencia tenga un perfil sesgado respecto a la realidad. Me explico. Muchos de vosotros y yo el primero, intentaríamos conocer la cultura local más alejada de nuestra influencia occidental, nutrirnos de variedad, exotismo, y sin embargo, lo que encontramos continuamente son resorts donde nuestro amado jefe puede tomar un spa y recibir masajes de aúpa sin haber perdido la buena cobertura de móvil ni un solo día de las tres semanas que llevamos navegando por estas aguas y las muchas millas navegadas. En fin, menos mal que existen las diferencias que nos hacen a todos únicos e inexplicables.
Me doy cuenta de que conozco parte de este planeta, y disfruto de él, pero poco sus mecanismos internos. Aún así y todo estoy agradecido a moverme por estos lugares conociendo tímidamente lo que en realidad puede dar de sí.

Una de sus riquezas, y la que nos ciñe más directamente al hecho de estar aquí, es su geografía submarina. Corales de ensueño, fauna abundante, aguas cálidas y paz, mucha paz. Vemos barcos con extraña frecuencia, y siempre trotamundos alejados de convencionalismos o programas ajustados de tiempo comparados con nosotros. La superficie marina y terrestre que abarca este país, da como para quedarse varios años ralentizando el ritmo vital dada la abundancia de rincones por conocer. Ni imaginarme lo que podría representar aquí la invasión barquera que sufre el Mediterráneo.
Las aldeas locales son una formadas por una pequeña comunidad de familias que nacen, crecen y mueren sin apenas haberse movido de sus tierras. La tranquilidad que observamos contrasta con las necesidades inducidas como cobertura telefónica en casi cada poblado

El ciclón Tomás causó daño, mucho daño, pero al parecer no más de a lo que estas gentes están acostumbradas. En la isla de Taveuni, el lugar donde más fuertemente azotó el ciclón, los locales nos comentaban que fue especialmente duro ya que los vientos superaron los ciento cuarenta nudos y duró la friolera de tres días, mientras que la media de tiempo que han durado anteriores, e incluso duros, no pasó de horas de máxima intensidad. El resultado fue devastación general, ninguna fruta en los árboles, vegetales en huertos, bosques parcialmente arrancados y ninguna víctima. La vida sigue para estos habitantes ya acostumbrados a convivir con algo contra lo que poco se puede hacer.
Aspecto de Tomás en plena acción y otro ciclón más que crecía por Nueva Caledonia y no llegó a impactar en las asoladas islas

Y sí, he encontrado a Nemo

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